“Tratemos de vivir unas posadas en familia, en convivencia y dándole un rato de oración, entorno al pesebre, donde se encuentra el Niño Dios”: Padre Jorge Martínez.
A unos días de conmemorarse el nacimiento del Niño Dios, es necesario que la feligresía católica viva las posadas, fiestas especiales o ferias privilegiadas como también se le llaman, con una gran reflexión y respetando lo más posible la tradición, exhortó el presbítero Jorge Martínez Ruz, responsable de Comunicación de la Arquidiócesis de Yucatán.
“La palabra posada evoca a la petición de solicitar albergue, de un asilo para que María y José pudiera pasar la noche”, recordó. “En eso se inspira está tradición tan hermosa, por eso no pudiera faltar el canto para solicitar la posada que viene en verso e, incluso, se canta en español antiguo o en el latinoamericano. Tampoco deben faltar las imágenes de María y José, incluso algunos se caracterizan de estos peregrinos, particularmente los niños del catecismo o de algún apostolado”, detalló.
“La posada está llena de elementos ricos que a lo largo de nuestra historia se fueron incluyendo como es la pastorela, un elemento teatral para representar la llegada de los pastores en el portal de Belén, junto con el rezo de la novena y el rosario de Navidad, las piñatas tradicionales con siete picos, que representan los siete pecados capitales, y los dulces que son las virtudes al romper con el pecado”, comentó.
En relación con el canto para pedir la posada, el presbítero lo definió como “casi un villancico” como recuerdo de una escena tan pedagógica en la que María y José pidieron ingresar a un refugio para pasar la noche y que la Virgen pudiera dar a luz a Jesús.
“Tratemos de vivir unas posadas en familia, en convivencia y dándole el verdadero sentido, al menos en un rato de oración, entorno al pesebre, nacimiento en donde se encuentra el Niño Dios. Qué estas reuniones se un intercambio, no regalos o materiales, la convivencia, el encuentro con el hermano, la fraternidad porque Dios se hace presente en nosotros”, concluyó el padre Martínez Ruz.