En tiempos de incertidumbre, como con la pandemia de COVID-19, la soledad se vuelve casi omnipresente, especialmente cuando las conexiones inesperadamente necesitan ser virtuales. La amenaza de aislamiento y soledad se acerca una amplia franja de la población mundial, derivada de la necesidad generalizada de distanciamiento físico y social sin precedentes -incluso cuarentenas- para intentar frenar la transmisión a corto plazo de la enfermedad para el bien de la sociedad.
Muchos de nosotros apreciamos la oportunidad ocasional de desconectarnos, dándole a nuestras mentes y cuerpos la oportunidad de recargarse contra el ruido de un mundo cada vez más ruidoso. Pero cuando el aislamiento se vuelve a largo plazo y se convierte en soledad, los resultados pueden ser perjudiciales y potencialmente devastadores, especialmente para los adultos mayores, dijo la Directora de Recursos Humanos en IBM México, Judith Vila.
El aumento en el envejecimiento de la población es bien conocido y documentado. Según datos recientes de las Naciones Unidas, para 2050, una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años (16%), frente a una de cada 11 en 2019 (9%). Se prevé que el número de personas de 80 años o más se triplique, es decir, de 143 millones en 2019, pasará a 426 millones en 2050. Con ese aumento en los ciudadanos mayores hay el potencial de una población solitaria en aumento, luchando con la necesidad de reconstruir y recuperar su capital social, pero sin los medios para hacerlo.
Teniendo en cuenta que las posibles fuentes de apoyo para quienes se sienten aislados están necesariamente centrados en la tecnología, una encuesta a 50 profesionales entre médicos, trabajadores sociales, investigadores académicos, funcionarios gubernamentales, tecnólogos, incluso, también la ‘Campaña para poner fin a la soledad’, un grupo que está ofreciendo algunos consejos específicos para mantenerse comprometidos con amigos, familiares y vecinos, para entender cómo podemos abordar con el problema
Para cualquier edad, la soledad es más que un estado mental: es un factor de riesgo que tiene implicaciones para el bienestar personal, económico y social. Durante la crisis, como la pandemia de COVID-19, en la que los gobiernos aplican el autoaislamiento y distanciamiento social, el problema de la soledad se agrava más.
En los últimos años, se realizaron esfuerzos considerables para abordar el problema, incluso, el nombramiento del primer ministro mundial para la soledad en el Reino Unido. Los expertos en envejecimiento entrevistados recientemente confirman que esos esfuerzos están dando resultado con las partes interesadas, desde los gobiernos hasta los grupos de defensa, listos para la crisis y aumentando rápidamente el apoyo a los más vulnerables en la sociedad.
La pandemia de COVID-19 solo aumentó la necesidad de la tecnología como parte clave de los mecanismos de apoyo. Las plataformas tecnológicas pueden utilizar voluntarios, para ayudar a los adultos mayores que experimentan la soledad. Los datos pueden combinarse con la experiencia profesional y vivida de las personas jubiladas en soluciones personalizadas, que ayudan a combatir la soledad y el aislamiento con interacción e inclusión. La tecnología ofrece esas soluciones a escala.