
Cuatro pescadores de Celestún pasaron 29 horas en el mar. Uno de ellos compartió su testimonio de lo que fue mantener la calma y esperar a que sean rescatados

Los pescadores Henry Xool May, Gabriel Xool Quiroz, Juan Carlos de la Cruz Salvador y “Chiwiz” sobrevivieron a un naufragio. Durante 29 horas estuvieron aferrados a una nevera a la espera de que sean rescatados por otros pescadores o barcos.
La tripulación salió de Celestún el martes 5 a las 10:30 de la mañana para laborar en el mar durante dos días. Las condiciones del tiempo eran óptimas, por lo que pudieron trabajar bien. El problema se presentó la mañana del miércoles 6, cuando a las seis horas, la lancha Lirio se hundió a 35 millas náuticas, ubicadas a 345° del puerto.
Henry Xool, capitán de la tripulación, relató que sintió “un viaje de agua”. Cuando se dio cuenta de lo sucedido, era una ola de dos a tres metros de altura que, en ocasiones anteriores, no representaba un problema pues anteriormente lidió con un oleaje más bravo y peligroso.
«Las condiciones del tiempo no eran propicias para el hundimiento, yo trabajé con vientos más fuertes», comentó el ribereño, quien todavía no se explica cómo se hundió la embarcación.
La primera ola dejó media lancha inundada. Las señales de alerta se prendieron, por lo que avisó a la tripulación para que estuviera prevenida. Una segunda ola dio el golpe certero para poner en peligro la vida de los pescadores.
Afortunadamente, los cuatro varones hicieron todo lo posible para resguardarse en una nevara. Quedaron a la deriva durante 29 horas en una zona en la que vieron como pasaban las lanchas con rumbo a Celestún y Sisal, pero ninguna los ayudó.
«Hicimos señales de supervivencia, nadie nos hizo caso. Creo porque estábamos a nivel de agua, por eso no nos veían y eso que teníamos banderas altas», relató.
Xool May mencionó que vieron pasar, lo que para él fue un barco petrolero, pero no les hizo. Las lanchas bajaban a Celestún o Sisal, pero ignoraron sus gritos de auxilio.
El pescador se mantuvo en vigía para cuidar a su gente, mientras oraba para salir de esto. «Mi fortaleza y paciencia fueron Dios, pues en una situación como esta pierdes la calma», dijo.
Sucedió el milagro. Una lancha en la que pescaba don Julio los rescató. Según supo, el hijo del ribereño notó las señales de auxilio y, en so de las 11 a.m., los rescataron.
Los cuatro pescadores presentaron deshidratación, quemaduras en la piel y corneas y dolores en el cuerpo, pero a uno de ellos le detectaron agua en los pulmones. El motor y la lancha fueron pérdidas materiales, los hombres son testigos de la benevolencia del mar y misericordia del Señor.