A medida que la pandemia evoluciona hay gran confusión en diferenciar sus síntomas con el catarro común y la influenza, enfermedades respiratorias contagiosas causadas también por virus, lo que ocasiona la demora del diagnóstico, retraso en el tratamiento o aplicación inadecuada de fármacos con riesgo de complicaciones y gasto en la economía familiar.
Las enfermedades que causan problemas respiratorios pueden ser asintomáticas o cursar con síntomas leves que pueden agravarse. Como recomendación inmediata el médico debe pensar en el momento en el que vivimos y por fundamento epidemiológico y para prioridad de atención, el paciente debe considerarse que tiene Covid-19 hasta no demostrar lo contrario, manifestó el Alergólogo e Infectólogo Pediatra, Gerardo López.
Los síntomas más comunes de esas enfermedades son: fiebre, dolor de garganta, tos, fatiga y dolor muscular entre otros. Sin embargo, hay ciertos datos clínicos que pueden diferenciarlos, por ejemplo, en el Covid-19 hay un periodo de incubación de hasta 14 días en comparación de las otras infecciones, hay dolor importante de cintura, pérdida del olfato y alteración del gusto, además, que pueden asociarse mareos, nausea, diarrea y progresión en algunos casos a la dificultad respiratoria con falta de oxigenación adecuada del organismo, explicó el especialista.
Una de las mejores herramientas preventivas y en fase aguda ante esas enfermedades siempre será el reforzamiento del sistema inmunológico, porque al mantenerlo sano, debe ser capaz de proteger al cuerpo de cualquier infección.
El uso de inmunoestimulantes que rechazan la probabilidad de desarrollar infecciones y cuentan con una acción preventiva tienen como objetivo inducir una efectiva maduración de distintas líneas celulares que se encuentran deficientes en los procesos infecciosos.
La vacunación es considerada la primera opción y aunque se ha podido observar que el biológico del COVID ocasiona algunas reacciones alergénicas, su protección es mayor al riesgo de presentar una reacción alérgica tratable en 1 de 100 mil o un millón de personas vacunadas.
Las vacunas ponen en marcha las defensas naturales del organismo y reducen el riesgo de contraer enfermedades, porque antes de tratar la enfermedad cuando aparece pueden evitar que nos enfermemos.
La limitación de la movilidad, estrés, aislamiento, cambio en nuestros hábitos cotidianos, falta de sueño, distanciamiento con los seres queridos, perder a familiares y amigos por causa de la pandemia o estar enfermos, alteran el mundo emocional y el sistema inmune, expuso el profesor titular de la materia de Inmunología Facultad de Medicina, UNAM, Dr. Gustavo Aguilar Velázquez.
Está demostrado que emociones como la angustia y la tristeza afectan el sistema inmune, en especial en lo que se refiere a la primera línea de defensa contra los virus. En un primer momento de estrés, el sistema inmune es capaz de aumentar su respuesta y defendernos mejor, pero ante un estrés crónico o prolongado termina agotándose y bajando la guardia ante cualquier enfermedad respiratoria, lo que nos pone más vulnerables para contraerlas.
Las precauciones para reducir el riesgo de contraer la COVID-19, los resfriados y la gripe incluyen: evitar el contacto cercano con cualquier persona fuera de casa, lavarse las manos con frecuencia con agua y jabón por lo menos por 20 segundos, usar un desinfectante para manos, evitar los espacios interiores en donde haya mucha gente, cubrirse la boca y la nariz con el codo al toser o estornudar, evitar tocarse los ojos, nariz y boca. Tomar medidas preventivas puede ayudar a estar sanos y reducir el riesgo de contraer la COVID-19, la influenza o el resfriado común, finalizó el especialista.